``Cuando se avecina la tormenta los pájaros se esconden, pero las águilas vuelan más alto``
Juan José López Martínez se licenció en medicina y cirugía por la Universidad de Murcia en 1986 y se diplomó en medicina de emergencias y catástrofes por la Universidad de Valencia, por la Universidad de Lille en Francia y por el Consejo de Europa en Italia. Es miembro de la Sociedad Española de Medicina de Emergencias (S.E.M.E.S.) y tiene un master universitario en Gestión de Servicios Socio-Sanitarios.
Ha trabajado durante 25 años en el servicio de Urgencias del Hospital Santa María del Rosell en Cartagena.
También se ha formado como terapeuta en Terapia Regresiva (T.R.) bajo la dirección del Dr. José Luís Cabouli.
Con más de 7000 regresiones de pacientes documentadas, en la actualidad reside en Cartagena, donde tiene su consulta.
Desde 2009 imparte conferencias y cursos de formación en el estudio e investigación de los Estados Expandidos de Conciencia y las Experiencias Cercanas a la muerte.”
Dr. Juan José López Martínez.
Nací en 1953 en la casa de mis abuelos maternos situada en el barrio pesquero de Santa Lucía perteneciente al municipio de Cartagena en el sureste de España.
Cuando llegó el momento de la escolarización me fui a vivir a la casa donde había nacido por su cercanía al colegio de los H.H. Maristas en el que inicié mis estudios ya que mis padres, por aquella época residían en la sierra minera. Allí estuve hasta los nueve años, momento en el que mis padres, junto con mi hermano, pudieron venir a vivir a Cartagena, donde años después, nació mi hermana.
Durante mis años en Santa Lucía empecé a escuchar cosas que no entendía y que ahora entiendo. Cuando alguien se estaba muriendo, en aquellos años se moría en casa, el resto de los vecinos iban a visitar la casa del moribundo en diferentes momentos del día y de la noche, y al encontrarse en el camino los que iban preguntaban a los que venían ¿cómo está?, y estos contestaban; lleva varias horas diciendo que está viendo a su padre, a su madre, a su hijo, a su mujer, a su marido etc. (familiares que ya habían fallecido). Con esta conversación, tanto los que iban como los que venían llegaban a una conclusión y decían “que poco le queda, ya vienen a por él”.
Varios días antes de la festividad de Todos los Santos, hasta dos días después de la misma, mi abuela realizaba todos los años un ritual consistente en que sobre la encimera de la cocina colocaba un recipiente al que llenaba con cuatro o cinco litros de aceite, sobre el que colocaba numerosas velitas pequeñas que flotaban y las mantenía encendidas durante las veinticuatro horas del día, yo le pregunté muchas veces sobre la finalidad de esto y siempre me contestaba diciéndome “para ayudar a que las Almas en pena puedan encontrar la Luz”.
Cuando cursaba cuarto año de la carrera de medicina, mi abuela murió estando consciente y orientada, yo estaba a su derecha con los brazos apoyados sobre la cama, mi abuelo estaba a su izquierda, a mi lado estaban mi madre y mi tía y a los pies de la cama un amigo de la familia, ella estaba con los ojos entornados y presentaba una respiración débil, en ese momento abrió los ojos y mirando al fondo de la habitación empezó a mostrar un semblante de paz y alegría lo que me hizo preguntarle qué es lo que estaba pasando a lo que me contestó “mi madre está ahí, ha venido a por mí, me está diciendo que ya ha llegado el momento y me está esperando”, dicho esto espiró.
En quinto de carrera la abandoné durante siete años por asuntos familiares que había que atender y pasado este tiempo acabé mi licenciatura en medicina por la Universidad de Murcia, al poco tiempo empecé a trabajar en el Servicio de Urgencias del Hospital Santa María del Rosell permaneciendo ahí durante veinticinco años y aunque durante los cuatro primeros años también me formé en el servicio de toco ginecología, decidí continuar con la medicina de urgencia y emergencia.
El día de navidad del año 1997 iba paseando por las calles de Cartagena en compañía de mi esposa cuando nos encontramos con Francisco Blázquez, empresario de éxito y gran amigo de mi padre que, en compañía de su esposa, también iban paseando. Tras la felicitación mutua de las navidades, dirigiéndose a mí me dijo “tú que eres médico ¿sabes que la muerte no es el final?” y dicho esto, me regaló un libro que llevaba en la mano.
En ese libro, el autor hablaba sobre regresiones al vientre materno, afirmando que las vidas pasadas no existen. En febrero de 1998 Francisco Blázquez y yo, decidimos asistir a un curso de cuatro días de duración impartido por el autor del libro, pero ni mi amigo ni yo logramos entrar en ese estado regresivo y revivir nuestra experiencia en el vientre materno a diferencia del resto de asistentes, que si lograron hacerlo.
Comencé mi propia investigación con un grupo de personas, amigos y compañeros de trabajo, que de forma voluntaria se prestaron a esto. Mi sorpresa fue que todos ellos lograban revivir su experiencia en el vientre materno, lo que me llevó a tomar la decisión de asistir a la consulta del autor del libro para poder revivir mi propia experiencia en el vientre materno, lo que no logré hacer después de intentarlo una vez por semana durante diez semanas seguidas.
Esto me llevó a pensar que mis pacientes lo que tenían eran fantasías y que lo que me contaban sobre sus experiencias en el vientre materno era producto de su imaginación. A los pocos días rechacé este pensamiento cuando, al conocer a los padres de una de mis pacientes les relaté la experiencia de su hija en el vientre materno y ellos, con gran sorpresa, me confirmaron que todo lo revivido por su hija era cierto, lo que me llevó a contactar con las madres de varios de los demás pacientes obteniendo, para mi sorpresa, la misma certificación de certeza.
Todo esto me llevó a tomar la decisión de seguir investigando, hasta que llegó el día 15 de noviembre de 1999 en el que una paciente que ya había revivido su experiencia en el vientre materno, de forma espontánea revivió una experiencia de vida pasada que situaba en el siglo XVII. Cuando se marchó, después de cuatro horas, me sentí desbordado por la experiencia revivida por la paciente y en el convencimiento de que algo se me había ido de las manos ya que, hasta ese día, para mí, las vidas pasadas no existían. En ese momento decidí no continuar con esta investigación.
Tres días después de este suceso entré en una librería buscando los libros de texto para mis hijas y de forma inesperada un libro atrajo mi atención, lo tomé en mis manos y leí su título “Muchas vidas muchos maestros” de Brian Weiss. Ese mismo día lo leí y su contenido me hizo retomar la decisión de seguir investigando. Lo que me llevó a asistir, en agosto del año 2000, a un curso de cuatro días de duración impartido por una alumna del Dr. Weiss, donde pude observar cómo varios de los asistentes revivían experiencias de vidas pasadas, aunque yo no me presté a intentarlo.
Y al llegar el día 13 de octubre de 2000 me encontraba en Barcelona, sentado en la primera fila de una sala en la que iba a impartir una conferencia sobre terapia regresiva a vidas pasadas el Dr. José Luis Cabouli, cirujano plástico, procedente de Argentina. Estaba con mis cinco sentidos en alerta porque sentía que este hombre tenía el conocimiento que yo buscaba. Para mi sorpresa, al terminar la charla, descubrí que lo que él decía yo ya lo sabía y, en ese momento, tomé conciencia de que lo sabía. Es como si en esa charla, sus palabras penetraran en mí, activando un conocimiento que estaba latente en mi interior. Al terminar estreché su mano para felicitarlo y de forma espontánea le dije “cuando sea mayor, quiero ser como tú”.
Durante los dos días siguientes a la conferencia, Cabouli impartió un taller vivencial en el que tuve la suerte de ser uno de los asistentes a los que tocaba hacer de paciente y, de forma espontánea y casi sin darme cuenta, pude revivir una vida pasada ubicada en el siglo XI. En el mes de mayo del año 2001, comencé mi formación y permanecí junto a Cabouli hasta el mes de mayo del año 2009 en el que me dijo que yo ya estaba preparado para impartir cursos por mí solo, sin necesidad de su presencia. Y siguió diciéndome ¿qué hacen dos tipos que saben lo mismo, trabajando juntos? ¿no sería mejor separarnos y poder expandir este conocimiento a más personas?
Doy gracias al Universo por haberme puesto en cada momento a las personas adecuadas que me han ayudado a seguir mi camino, en especial a Cabouli que en esta encarnación ha sido y será siempre mi maestro.
Maestro que de entre las muchas enseñanzas que me ha transmitido siempre tengo presente una conversación que mantuvimos un día cuando paseábamos por un bosque y le dije, maestro estoy a tu lado procurando ser un gran número dos para, algún día, poder ser el número uno. Y él me contestó, Juanjo no importa que número seas, lo único importante es que seas tú, haciendo lo que has venido a hacer y así, cuando te llegue el momento de desencarnar, puedas contestar a las preguntas ¿qué hiciste con el conocimiento que se te otorgó? y ¿a cuantas Almas ayudaste a encontrar su camino?
Actualmente continuo con la investigación de los estados expandidos de conciencia y de las experiencias cercanas a la muerte, lo que me permite seguir creciendo y evolucionando como ser humano gracias al conocimiento que me están transmitiendo las almas de todas las personas que me han elegido para que los acompañe en su experiencia y que han resultado ser mis auténticos maestros.
Hoy se, gracias a ellos, que somos seres espirituales viviendo experiencias en cuerpos físicos.